miércoles, 23 de diciembre de 2009

El Nombre de la Rosa

La historia comienza con una descripción, que a la larga se convertirá en la columna principal de la telaraña tendida por Umberto Eco, en esta novela, la historia trata sobre Adso de Melk quien narra una serie de acontecimientos ocurridos durante el siglo XIV, en una abadía benedictina donde el fraile franciscano y antiguo inquisidor, Guillermo de Baskerville, es llamado para investigar un asesinato del cual no se tiene ninguna pista, por lo que el hombre, famoso por su afán investigador y gran conocimiento, asiste al encuentro con un misterio que parece no tener solución.

Casi de inmediato, Guillermo demuestra su agudeza al destacar una serie de signos que delatan la presencia de un caballo en el tiradero de la abadía, el caballo es el favorito del Abad, por lo que los sirvientes corren a su encuentro, y regresan notablemente sorprendidos, a causa de la increíble descripción realizada por Guillermo, sin si quiera conocer a la criatura de la cual había realizado tan exacta descripción. Tras una charla con el Abad sobre el problema que se presenta en la abadía, Guillermo sólo es advertido sobre una situación, que es la de no entrar a una zona de la biblioteca prohibida para casi todos los presentes, y donde sólo un fraile tenía acceso total.

La novela tiene una reflexión sobre la vida de los monjes dentro de la abadía, pero aun más que eso, sobre la ideología y los sentimientos que inundan la mente de los monjes de aquella abadía, donde unos se llaman santos y pintan de corruptos y transitorios en su fe a los demás, despierta en mí una gran curiosidad sobre lo relacionado a la teología. La descripción que realiza sobre los personajes y las situaciones que desencadenan los encuentros con los mismos, nos hablan de un estudio de los signos no lingüísticos, por ejemplo al describir a Salvatore, quien es otro de los frailes de la abadía, es un sujeto de naturaleza sensible, pero sólo se deduce de sus actitudes y de lo pronunciado por un antiguo conocido de Guillermo, Ubertino, un fraile acusado de grandes blasfemias y al mismo tiempo considerado santo; pero que en su apariencia es una bestia, en las misma palabras de Ubertino.
En el rango de la medicina, en una plática con Severino el Herbolario, donde se refiere a las raíces y plantas que sirven para sanar heridas y mejorar malestares, en fin la novela es genial al reunir los elementos de un estudio de imágenes y la soltura de una novela policiaca.

Jorge Rodríguez, FES-Aragón-UNAM

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